jueves, 2 de abril de 2009

Cuando corremos por paisajes conocidos es como una boca ancha y amargamente roja que nos traga los pies a cada paso, pero no nos hunde.
Quebramos lo de siempre pero no lo transformamos.
Cuando seguimos por acá, por la vuelta de la esquina, donde se derrumbó el pasado y se oxidaron los sueños sin fuerzas, y nos corre al lado un viento de poder que no podés asir, es mejor pegar el brinco.
Dar una vuelta carnero al violeta (pequeño espacio que nos da refugio).
Jugar con nuestros pedazos como unidad.
Volar en grupo.
Y respiramos un poco de soles limpios. Hamacarnos en ellos.
Un ratito, hasta que las calles se muevan de lugar.
El gris del empedrado se tiña de fuego rojo.
De ahí al azul que vive de calma, al blanco. que nos recibe del salto y nos da lugar a dibujar.
¿A dónde caminamos?
¿Alguien sabe? no?.
Y bueno, ya llegaremos a una vuelta de esquina palpitante,
que lata la totalidad.
Sin brechas, sin corridas, no hay apuro.
Cada paso es una vuelta, el cielo nos acompaña,
hoy no hay cuentas que ajustarle.

No hay comentarios:

Publicar un comentario