jueves, 11 de noviembre de 2010

La Plata tiene alma de fiesta compartida.
De cuerpos fusionados por el encuentro, por el compás de vivir un mismo universo de sentires.
Entrar en la noche platense, lejos de las luces y los bares frívolos, entrar en su verdadera noche, esa de útero cavernaprofunda con su negro azulado que te abraza ...
con su olor a paz y a tranquilidad, la primavera adornando las calles, dándole lugar a una brisa que te acaricie, que te refresque;
es entrar al Origen.
Empedrado
luces amarillas
casas con enredaderas y muebles
...
palpitante juventud bulliciosa hasta en su silencio.
Creadora de espacios que de tan conocidos son a cada mirada nuevos.
Camino La Plata con ojos distintos, con pies visitantes, con cuerpo enarbolado en la memoria eterna, con lo que conoce la piel.
Y respirar el aire platense tiene otro densidad, otro aroma, la calidez de la madre, del sol que abrazando derrite los miedos, le quita la presión al recuerdo,
a la palabra,
al amor.
Le saca la máscara a la tristeza y la hace sonreir al verse viva bajo un cielo limpio.
La piel comienza a desprenderse mientras acaricia viejos caminos,
mientras encuentra el modo de significar los nuevos.
La Plata siempre estará ahí, detenida en fotos,
y enriquecida en magia, en transformaciones.
Es mi refugio genealógico.

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